cosas que aprendí de un hashtag

Que la literatura solo adviene relevante políticamente en ocasión de un error. Que a la gente que se dedica a la literatura le importa la literatura sobre todas las cosas. Que entre las cosas que deberían estar sobre la literatura están las condiciones de vida de aquellas personas que jamás de los jamases podrían identificar una obra cumbre de la literatura universal. Que hay un universo afuera de la literatura, aún más amplio que el universo de un libro. Que la universalidad del libro es producto de su porosidad más que su rigor en el lenguaje y/o en la materia.

Que escribir no hace a alguien una buena persona. No escribir tampoco.

Que escritor que se dedique única y exclusivamente a la literatura como un bien en sí mismo es una mierda de escritor no importa cuán cerca de la cumbre literaria esté su obra. Que la mayoría de los escritores de mi país son una mierda. Que no es un error decirlo. Que, además, no hay cumbres literarias en mi país. Que la literatura es más como un umbral.

Que la literatura no es del ‘pueblo’. Ni de los dirigentes del pueblo. Que la literatura es de quien le urja urdir un plan para traspasar un umbral -con/sin/a pesar de- sus condiciones de vida. Que el mero hecho de dedicarse a esta tarea a través del tiempo no le concede a la persona título de propiedad sobre lo leído.

Que casi todo el mundo lee ‘algo’. Que ese ‘algo’ es un universo. Que hay universos más amplios y variados, claro. Pero un universo literario nunca es más que su potencial de expansión.

Que leer no hace a alguien una buena persona. No leer tampoco.

Que según los escritores más mierda de mi país, en mi país no existen lectores. Ni entre el ‘pueblo’. Ni entre sus dirigentes. Que por eso la gente merece la mierda de país que tiene. Que el país deseado por los escritores más mierda de mi país es uno donde haya un pueblo que los lea en las escuelas, en las playas y en los festivales, y unos dirigentes que los celebren. O, al menos, que los citen correctamente.

O, vaya, que los citen. Cómo sea.

Que para escribir así, mejor no escribir. Y dedicarse única y exclusivamente al trabajo político. Que el trabajo político es poroso, como un buen libro. Que su porosidad, en gran medida, es lo que permite urdir proyectos locales a partir de principios universales. Que un libro es como un proyecto local con miras al universo de posibilidades a nivel individual y colectivo. Que una posibilidad es que la lectura de un libro ayude a alguien a cambiar radicalmente sus condiciones de vida. Que, hablando claro, no importa el libro ni quien lo firma. Importa el carácter/las condiciones de la lectura.

Que lo más mierda de mi país son sus dirigentes. Seguidos por los escritores que solo inciden en los asuntos públicos del país cuando un dirigente cita mal a algún ícono de la literatura universal. Mientras, que bregue la gente como pueda. ¡Pero que lea!

Que para leer así, mejor seguir el Twitter de Paulo Coelho.

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foto de gmo en la exposición de Mónica Rodríguez

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