vida mineral

-Beatriz Llenín Figueroa

Convendría, en el momento de más melodrama, de mayor dramatismo, en medio del escarnio o la euforia multitudinaria, recordar esta bienaventurada pequeñez para recogernos como el caracol en su casa y dejar un rastro baboso, también ligero, como muestra de nuestro nitidísimo pasaje entre la historia y el día, siempre dispuesto a repetirse.

 Sofía Irene Cardona, “Un país fuera del mapa (o una reivindicación de lo minúsculo)”

 

La espera había terminado. Habíamos dejado de ser lo que fuimos.

Como criaturas minúsculas, recién aprendiendo nuestras nuevas dimensiones y, ahora, sin pretensión alguna de protagonismo, las hojas nos servían de resguardo. Incluso, podíamos arrimarnos con éxito a hojas secas, muertas.

También podíamos caminar en las cuatro dimensiones. Se había vuelto posible escalar los troncos y mirar de espalda. Habían cesado los requisitos de pertenencia, las leyes de propiedad y las exigencias de familia. Las gotas de lluvia resultaban enormes, grandiosas en su fugacidad. Nuestras barrigas podían ahora mostrarse al sol, que había dejado de ser la fuente de desgracias en que antes lo habíamos convertido. Los peligros eran ahora aquellos propios de la vulnerabilidad que es vivir, en lugar del temor a morir a manos de los desposeídos.

Un paradigma de vida mineral –en vez de militar– nos impelía en la vigilia. Y al sueño ya no le fijábamos guardianes.

Algo más notamos tras abandonar la humanidad: recobramos el tiempo y cesamos la masiva destrucción.

Si esto fuera una fábula, habría una moraleja. Pero ya no hacemos ningún dictamen. El agua, como la vida, como la muerte, sigue su curso.

Imagen Vida mineral
foto por Bea, Día 38 de La cuarentena: 40 días de arte vivo con Myrna Renaud en Taller Libertá (Mayagüez)

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