-Ariadna M. Godreau Aubert
A los 19 ó 20 años, empezando en la universidad, aprendí a hablar algo de portugués. Me matriculé en un curso que se reunía a las siete de la mañana en un salón pequeñito y oscuro. Éramos demasiadas. Había una estudiante hermosa, con el pelo rojo y ojos verdes. El maestro se llamaba Camilo. Yo iba a la clase un día sí y tres días no. Aprendí muchos nombres (sustantivos), algunos verbos y muy pocas maneras de combinarlos. Como en otros idiomas humanos y animales, puedo llamarme y llamar, identificar la acción y aun así no lograr que nadie venga.
Cuando una juega al portugués está todo el tiempo como invitando a bailar despacio, llorando y sonriendo. Mientras bailaba, copié las voces y las palabras favoritas de otra mujer. Carolina de Jesus. João Gilberto. Augusto Boal. Cecília Meireles. Fernando Pessoa. En estos últimos días, quien regresa viene acompañada de canciones de Gal Costa. De Gal me gustaron los videos en blanco y negro en los que aparece cantando en la soledad de un escenario televisado y acartonado, con una flor de mentira en el pelo, hermosísima y triste, llamando. Entre mis canciones favoritas están Mal secreto y sus versiones de Três da Madrugada, Dê um Rolê y Sua estupidez. Las canto fonéticamente, haciendo énfasis en los nombres y los verbos, imitando soniditos que sirvan de puente entre la intención y la acción.
Si me dejan, si no me corrigen la pronunciación o la melodía, cierro los ojos y entonces soy yo, desde el escenario de cartón, llamando. A Gal una vez la vi cantar en vivo, en un festival de jazz. En Dê um Rolê, una de las líneas más conocidas dice “eu sou amor da cabeça aos pés”, pero solo funciona cuando se canta luego de repetir dos veces, en voz muy alta y desesperada “eu sou, eu sou, eu sou amor”. Tener favoritos es una forma de constatar que se es, que se habita el universo. Casi doce años más tarde, perdí todos sus carteles y sus discos, el poquísimo portugués y la memoria de que en algún momento amé a una mujer que se llamaba Gal o su homónima. Extraviar favoritos, en idiomas humanos o animales, es terminar una conversación a medias, con una, todas y nadie. Respondo sempre igual: tudo legal.
Mi fascinación por los diálogos imposibles es solamente comparable a mi fascinación por el amor, los animales y el pan. Cotejo favoritos. Eu sou, todavía. La mayoría de las canciones que conozco de Gal – o cantadas por ella- son aproximaciones a un lenguaje que no puede ser pero que insiste. Os desafinados também tem um coração. Para insistir en conversar, habría que conocer los puentes entre los nombres y la acción. De lo contrario, cierro los ojos y aquí estoy en el escenario, apuntando a quienes se salen de ritmo y señalando el lugar del corazón. Sin lograr que nadie venga.
