su obstáculo más pequeño

– Guillermo Rebollo-Gil

Si un teatro abarrotado de gente para ver a Bernie anunciaba la revolución política del patio, qué significarán las vigilias más-o-menos-llenas-más-o-menos-vacías-depende-de-cómo-uno- quiera-ver-la-cosa-para-llorar-menos-o-más que tomaron lugar a lo largo de la semana pasada en atención a la masacre en Orlando.

Escuché decir que la voluntad política de un pueblo no se puede medir a partir de su voluntad de luto. Por otro lado, escuché a un hombre describir cómo a partir de lo ocurrido en Pulse cambió el “look” de su Facebook y su manera de pensar en lo que concierne qué rayos hacer en relación al discrimen y la violencia anti-gay y cómo ahora entiende que le toca unirse a algún grupo, “agitarse”.

Lo decía, entre unos pocos amigos, parados alrededor de una bandera de Puerto Rico en los colores del arcoíris, puesta en el piso con velas encendidas y piedritas encima para que no se volara. A su alrededor había la gente suficiente como para llenar la sala de una casa grande. ¿Con cuánta gente en cuántas casas podría gestarse la revolución? ¿Importa si la nuestra sería una revolución en extremo pequeña y enlutada?

Pienso en la tropa de actores vestidos de ángeles que protegen a los dolientes en los entierros de las víctimas en Orlando. Se paran entre ellos y los odiosos miembros del Westboro Baptist Church, quienes viajan a lo largo y ancho de los Estados Unidos piqueteando los funerales de la gente LGBTTIQ. Uno ve los vídeos y saca cuenta y sabe que de llegar el día en que habremos de tomar las armas, la esperanza no nos habrá tomado el pelo. Pero, hasta que llegue ese día, habrá que vestirnos de ángeles o de árboles o de una masa de fanáticos de Death Metal y tomar partido por una gente en contra de otra para, a lo menos, salvaguardar nuestra voluntad de luto. La poca.[1]

Pienso en las potencialidades políticas del “look”, del luto y los pocos. Pienso en cómo no son los acontecimientos (con mayúscula) los que nos cambian o “agitan”. Sino que uno se va agitando en la medida en que insiste en asistir a cosas a las que no va casi nadie, pero uno sigue insistiendo porque estando allí, uno se imagina cómo sería estar entre árboles o ángeles o fanáticos del Death Metal. Y uno siente que con simplemente estar, ha tirado una raya, se ha unido a una tropa, ha divisado al enemigo y ha optado por tomar las armas o por tomarle el pelo o por muy modestamente tornarse en su obstáculo más pequeño.

[1] González, José Raúl

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Tomada de redes, coloreada.

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