-Beatriz Llenín Figueroa
Estas letras celebran el junio a junio de una turba furiosamente tierna que dice no. Gracias a mis turbas adoradas –Ariadna, Guillermo, Vanesa– por cubrir mi intemperie. Bajo ustedes sigo, temblando, pero viva.
Hace un año, escribí sobre la rabia. Hoy, sigo escribiendo lo mismo, pero distinto. ¿Qué es un año? ¿Qué es el tiempo para una placa tectónica? ¿Para el mar? ¿Para un dolor? Trato de ¿recapitular?
Abismo.
Peso.
Sacudida.
Desgarre.
Carne.
Viva.
¿Qué país es este?
Lo inconcebible es que aquí no hay conversación, intercambio, exhalación que no exija domar nuestra furia, todas las furias, las que cargamos hace más de cinco siglos, las que seguimos cargando. Aquí, hablar, gritar, llorar, reclamar, oponer, resistir, con la furia requerida por la desolación que enfrentamos es un crimen o, cuanto menos, un error. Aquí, resistir solo se vale si lo haces como el bebé gerber o como una mártir agónica.
¿Qué país es este?
Aquí, alguien tira una piedra y le caemos a pedrás. Aquí, alguien tira un poema, un ensayo, una consigna y le caemos a pedrás. Las incontables mujeres muertas a pedradas, muertas incluso a manos del estado al que representa el violador, no ocasionan ni remotamente tanto furor como un muchachito que tira una piedra contra, o hace coro griego en, un banco que nos ha quitado todo. Hasta Jesucristo –¡oh Puerto Rico cristiano!– supo defender una mujer de las piedras.
¿Qué país es este?
Puerto Rico todo se desangra a pedrá limpia, acechado, hostigado, violentado, despojado, agredido, explotado. ¿Para cuándo la huelga general? ¿O el arte general? ¿O la cimarronería general?
¿Qué país es este?
Me provoca la furia más plena eso de “los que resisten no me representan.” ¿Acaso algún organismo “oficial” nos representa? Son ellos quienes nos han traído hasta este dolor imponderable. Son ellos quienes siguen salivando tras nuestra ruina. ¿Y ahora confiamos en que habrán de aliviarnos? Sanar con cuchillo. Eso proponen pilas de ricos, dueños, analistas, doctorados con plazas y todxs lxs que siguen, contra cualquier evidencia, creyéndoles el cuento.
¿Qué país es este?
Si eso es lo que nos aguarda, declaro que mi especie no me representa. Declaro que ansío una gran helada, el meteorito del fin, algún apocalipsis. ¿Qué es el tiempo para una placa tectónica? ¿Para el mar? ¿Para un dolor?
Abismo.
Peso.
Sacudida.
Desgarre.
Carne.
Viva.
Tras el último segundo de un mundo que no nos mereció, se descubrirá sobreviviente toda criatura que no sea humana. Que no lo haya destrozado todo.
La vida seguirá su curso. No nos echará en falta.
Mientras tanto, desplomemos, por favor, al menos un piso del país del capital y la colonia. Allí, en esas piedras, nos vemos.
