-Guillermo Rebollo Gil
Que me quiero ir del país.
Que una opción para no irme del país es montar una panificadora artesanal en Utuado. Que para que eso sea opción primero tendría que aprender a hacer pan. Que aunque nunca aprenda a hacer pan, la palabra “panificadora” me conmueve. Así como darle la mano a un hombre que ha optado por dedicarse a hacer cosas con las manos; entre ellas, pan. El hombre levanta a su hija pequeña del suelo y con el dedo pulgar de su mano derecha le limpia la comisura de los labios. La niña esconde su rostro en el hombro del papá. Yo, al verlo, me atrevo a usar un verbo por primera vez, aunque en el contexto equivocado: panificar.
Que no importa el tamaño o la hermosura de las manos, es terriblemente fácil dejar de ser el chamaco que gritaba “¡futuros juristas, presentes terroristas!” durante la pasada huelga de la universidad para convertirte en el joven abogado que suscribe demandas contra estudiantes huelguistas. Que importa poco lo que haga un abogado con sus manos en su tiempo libre, no hay pan que lo redima.
Que la huelga de la universidad muy posiblemente no será el punto de partida para La Huelga General. Que las y los estudiantes no son menos hermosos por ello.
Que la hermosura, muchas veces, no basta.
Que el lunes regreso al salón de clase a hablar de poesía. Que hablar de poesía no basta. Ni escribirla. Ni publicarla. Ni ofrecer entrevistas donde el poeta habla acerca de la necesidad de escribir y publicar poesía en tiempos de crisis e incertidumbre. Que la poesía no es como el pan, aunque la palabra ‘panificadora’ tenga el mismo efecto que un poema.
Que cuando el hombre habló acerca de lo que hace con sus manos día a día, habló de la función comunicativa del pan, de cómo el pan propicia espacios de reunión entre la gente de su comunidad. Que yo no entendí nada de lo que dijo y por ello sentí las ganas de comentarle lo ‘poética’ que me resultaba su gesta.
Que tengo que hacer el esfuerzo por entender ciertas cosas. Que en esa lista de cosas, la poesía no es lo primero. Las manos sí. Y el hombro. Y el suelo. Y la niña. Y la función comunicativa del quehacer de las personas en el país en estos tiempos de crisis e incertidumbre.
Que el futuro de este país me provoca pánico, y ternura. Intento comunicar esta verdad aquí, con la imagen de las manos de un hombre que hace pan, según visto por otro, que hace listas. El pan que sale de sus manos para la comunidad lo posiciona de forma distinta, esperanzadora, ante el mundo. Lo panifica.
Que no me quiero ir.

Excelente escrito. Gracias.
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