-Guillermo Rebollo Gil
“Si así es que cobra e hiciera de esto un negocio, quiebra.”
El padre aceptó como pago una camisa de un equipo de fútbol español.
El equipo recibió un auspicio millonario de una antigua colonia española en el caribe—su nombre impreso en las camisas de los jugadores.
La colonia es notoria hoy día por la quiebra de su gobierno.
Las camisetas con el nombre de la colonia a lo ancho del pecho se consiguen a descuento en la capital.
En la capital, el fútbol es tan popular como Carmelo Anthony. Carmelo es más famoso por jugar baloncesto que por ser dueño de un equipo de fútbol.
Los jugadores de baloncesto en ocasiones se molestan tanto que patean el balón hacia los bleachers, o hacia el parkin, o hacia el mar, dependiendo de dónde estén jugando.
En baloncesto no se puede tocar la bola con los pies. En fútbol no se puede tocar con las manos.
La quiebra de un gobierno no se puede tocar, no obstante es posible hacer negocio con ella y cobrar—el nombre de un fantasma imperial impreso en la etiqueta de las camisas de los empresarios envueltos.
Si así es que continúan haciendo historia los padres en la colonia es porque los hijos renunciaron a su futuro y sueñan con vestir la misma camisa en tallas más pequeñas.
Las historias de padres e hijos se repiten a lo largo del tiempo como receta para el éxito empresarial o político en la capital.
En la capital, un Hijo de su Padre es tan popular como Carmelo Anthony. Solo que Carmelo es famoso por hacer algo con su mente y con su cuerpo que la mayoría de la población mundial no puede hacer.
¿Un Hijo de su Padre es o se hace? ¿Qué tal una colonia?
Los Padres de la colonia en ocasiones se molestan tanto que se levantan de la mesa de negociación y amenazan con venderle el archipiélago al mar, con todo y los chamaquitos en la cancha jugando.
Un chamaquito muy bien podría patear el balón contra las vitrinas de las oficinas de los Padres en protesta, pero arriesgaría casa, comida y camisa—el nombre y número de Anthony al dorso.
Así es como la quiebra de un gobierno toca las vidas de quienes solo podrían traer su vida a una mesa de negociación. Y aun así no estarían dispuestos a transar.
¿Es así cómo se hace otra historia?
Mientras, Padre e Hijo pueden cobrar en agua con sal y no pasa nada.
