-Javier Román-Nieves
Con esta entrega y de cara a los hechos manifestándose en estos días, el autor le vuelve a pichar a la sexta y última columna de su serie sobre la ideología hegemónica del Estado Libre Asociado. A veces hace hace falta.
Un silencio, como la choza que encuentran los niños perdidos en el bosque.
—A. Pizarnik
Ahí es donde reside el evento: no en el fenómeno mediático fabricado para explotar la rebelión a través su celebración externa, sino en los encuentros que de hecho se producen dentro de este. Esto es algo mucho menos espectacular que “el movimiento” o “la revolución” , pero es más decisivo. Nadie puede decir lo que un encuentro es capaz de generar.
—El Comité Invisible
Es altamente probable que cuando Alberto De Jesús decidió que era mejor quedarse físicamente en aquella playa de Vieques para volverse un impedimento a los bombardeos de la Marina, no se estaba imaginando ni que se le iban a unir otras personas, ni mucho menos todo lo que pasó después. Es probable que tampoco se imaginara que se convertiría en un personaje—Tito Kayak—tan fácilmente caricaturizable por nuestros medios insulares. ¿Quién sabe? Pero ese es el punto.
Muchas veces existe en la crítica y en el análisis una voluntad de predecir, eficientizar y hasta controlar los hechos. En menor medida, ese afán es parte del problema, un síntoma más de nuestra ideología dominante, y en los procesos revolucionarios o de cambios precipitados, tiene poca o ninguna importancia. O sea, las cosas caen por su propio peso. Uno puede decir que se están cayendo o ayudar a que se caigan de vez en cuando, pero todo esto se vuelve inconsecuente de cara a la premura de los hechos.
La debacle mediática que ha desencadenado el caso llevado contra Anaudi Hernández es un buen ejemplo. Por más que se quiera comentar, acomodar y endulzar las declaraciones e implicaciones que día a día se han ido narrando en el caso, no hay manera realmente de controlar las ideas que cada persona se va haciendo de ello. Es verdaderamente fascinante.
También lo es palpar la distancia entre los hechos y lo que se dice de ellos, como las declaraciones de Jaime Perelló en su discurso de renuncia a la presidencia de la cámara de representantes. Enunciadas en voz de prócer, como si aún no existieran los micrófonos y las bocinas, con todos sus guerreros de Cristo—o como les llamara—fueron otro derroche más de la enajenación en que vive nuestra clase política.
Por ello en esta entrega recalco simplemente la necesidad de hacer silencio a veces, de echarse pa’trás y ver cómo se descoñetan las cosas, de reprimir ese impulso en nosotros de controlar, de ser partícipes y protagonistas. En ello solo emulamos al poder y su ideología. Let it go, let it gooo…
Una preocupación frecuente ha sido cómo comunicarle las posibles consecuencias de la Junta de Control Fiscal a una multitud cautiva por los medios de comunicación en masa. habría que tratar esta cuestión igual que el caso de Anaudi y probablemente igual también al caso de los estragos que apenas se empiezan a ver del Zika. Quizá resulte mejor, incluso, esperar a verlas.
De esas carencias, atropellos y faltas, devendrán solidaridades que ni siquiera nos podemos imaginar. Hay causas y momentos donde protestar y alzar la bandera roja antes de los hechos es absolutamente imperativo, aunque pueda ser contraproductivo. En este caso es quizá más asombroso lo que no podemos prever pero pasará, que lo que tratamos de provocar, aclarecer o poner en relieve con nuestras letras o acciones.
Sit back, enjoy the ride y cuídense mucho.
