-Javier Román-Nieves
*Parte 5 de 6. Ver más aquí
¡Que tengo un delirio paranoide!
Paranoide ti,
para no oir de ti.
—Superaquello
El sueño de la razón produce monstruos.
(Portada para esta obra: cuando los hombres no oyen el grito de la razón, todo se vuelve visiones.)
—F. Goya
A lo largo de estas columnas sobre la ideología hegemónica del Estado Libre Asociado de Puerto Rico y sus variantes, hemos propuesto una tesis sugerida que consideraremos explícitamente en esta entrega y en la próxima, pero en dos vertientes opuestas. Una, que amenaza con sumirnos más profundamente en el hoyo y la otra como su inversión afirmativa, de creación y reconstrucción tras la demolición ideológica que hemos intentado.
El mundo está lleno de ciudades y países enteros que han descendido al caos total en muy poco tiempo. Además de tener esto bien presente, las y los militantes de las turbas deben tener claro un doble rol que intentan realizar estas operaciones discursivas como el desestabilizar activamente los valores ideológicos predominantes, por un lado, y por el otro, el de poder imaginar o abrir caminos a otros discursos.
Hemos dejado implícito que atacar sistemáticamente la ideología del ELA es un prerrequisito para cualquier tipo de apertura política hacia otra cosa—cualquiera que sea, y ahora la turba debe también pensar cómo esa tabula rasa puede en cualquier momento convertirse en escenario de lo peor.
La reacción al plan de fumigación con Naled en contra del Aedes aegypti ha sido un ejemplo de esto; de cómo aún en la lucha, podemos arrastrar las mismas fuerzas ideológicas que pretendemos destruir y superar.
Aquí se juntaron las teorías conspiracionales con la opacidad del gobierno y la desinformación, la pseudo ciencia con la ignorancia, el miedo, el ludismo y lo reaccionario, y al final, se salpicó todo con un poco de protagonismo, autoritarismo, acientificismo y una pizca de religión (hasta Puerto Rico por la Familia se unió a la negativa).
Por un lado, la conspiranoia de pseudo-especialistas formados en las internets hizo su agosto en la reacción completamente visceral desinformada sobre la fumigación. ¿Cómo se puede organizar una resistencia ante algo que ni se conoce? ¿Cómo se puede fundar un movimiento exclusivamente basado en la negación, en salirse de la mesa de discusión? ¿Podríamos tan siquiera imaginar un futuro basado en la ignorancia, una solidaridad levantada sobre el vacío del conocimiento?
Elevar el fotutismo a un movimiento es hacer lo mismo que hacen continuamente los grupos organizados de odio o marginalización contra comunidades enteras: pretender que toda la población se adhiera a un particular set ideológico. En este caso, la unión de los trazos del nacionalismo con los grupos anti-Monsanto ha sido particularmente interesante, no solo por lo novedoso de la situación, sino porque en ambos se reúnen muchos de esos ingredientes mencionados arriba.
Aunque los nacionalismos han tenido históricamente muchos de estos ingredientes (estando quizá el Alemán y el Español entre los mejores ejemplos), en Puerto Rico, por la mucha pobreza que tenemos, no podemos darnos estos lujos. Más bien, solo quien se puede dar ciertos lujos puede darse el de adscribirse a las peores tendencias del momento (y es que probablemente siempre ha sido así, de ahí que nuestro nacionalismo nunca prosperara; no se puede pelear descalzo con la barriga vacía).
Los estilos de vida no son modelos económicos y el particular ghetto feisbukiano al que uno pertenece no necesariamente es una representación de la media. Esto aplica también a la protesta de campamento—con todos su valores y todos sus problemas—como a la llamada Iglesia Anti-Monsanto (siempre la relegación de la responsabilidad y la culpa a un “otro” todo poderoso).
Aún sin que hubiera empezado la fumigación, se recurrió al más burdo amarillismo—aún compañeros ambientalistas—publicándose fotos de abejas muertas. ¿Esas eran abejas de cultivos? ¿Cuáles cultivos usan abejas? Si importamos tantos alimentos, ¿cuántos serían los que realmente se afectarían? Aún sin saber cómo se pretendía fumigar, ni para qué, y ante la falta de una discusión de los riesgos de la epidemia, se usó el alarmismo. Todavía hay quien repite la condena a la experimentación, tan fértil en un territorio tan cooptado por la religión, como un mantra para buscar pauta en los medios, siempre sedientos de sensacionalismos.
¿Acaso no es el mundo entero que hemos venido a conocer producto de la experimentación, de la destrucción de un Antiguo Régimen basado en el miedo, la autoridad y el dogma? El problema ante la turba es si va a movilizar un pueblo usando las mismas fuerzas del miedo y el odio que nos han metido en el hoyo por generaciones.
Esta pantalla, la señal WiFi o el cable que está usando el lector para leer, los microchips y conductores de este y otros aparatos, la red de satélites que controlan el GPS—vivimos sumergidos en una tecnología hecha posible por la ciencia, la experimentación y el cuestionamiento del dogma.
El intento discursivo de la posmodernidad por desbancar la hegemonía que tenía y sigue teniendo la ciencia no llevó a otra cosa que a los libros de autoayuda, medicina alternativa y memes motivacionales con citas de Pablo Coelho en las redes sociales. Embarcarse en este proyecto discursivo en un territorio donde abunda la pobreza y la ignorancia es hacerle el trabajo sucio a la religión y la aristocracia experta en manejar ese oscurantismo que siempre llevamos adentro, latente, esperando a manifestarse en un pedazo de cartón mal escrito.
El ambientalismo, como un movimiento de profundo compromiso social en tanto y cuanto la sociedad completa necesita de un ambiente saludable y protegido, no puede entregarse a los peores ingredientes de nuestro status quo. Se necesita mucho trabajo interno, más personas preparadas en el campo y entre nosotros, tomando muestras, monitoreando las aguas y el aire en busca de las pruebas para los litigios que se avecinan.
Nada de esto puede hacerse desde un fotusimo reaccionario que pretenda mover a las masas con las mismas fuerzas que nos mantienen en el hoyo. Créale el lector a este servidor que por años ha visto los astros y que tantos deseos a pedido a las estrellas fugaces: hasta las estrellas nos han abandonado. Nos merecemos más y nadie nos va a dar nada. Estamos solos con nuestros sueños y pesadillas. Apuesto por los primeros.
Parte 5: La iglesia del Naled
Parte 4: ELA al desnudo
Parte 3: ¿Todos somos Disney?
Parte 2: Latinoamérica no existe
Parte 1: Destruir qué