-Beatriz Llenín-Figueroa
Este país es imposible, aunque tengo algunas evidencias de que existe. (Vea la historia de los últimos 500 años, pero si no puede con el empuje, consulte solo la de los últimos 60).
Desolación, hartazgo y mucha rabia.
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En este parkin acuralandroverbmwmercedesporsche, mi corolla visitante se siente, casi, como un crimen. Pero cuando camino cuesta arriba tempranito, con el frío mesurado (versión tropical), las mujeres en mahones, tisheres y donas en el pelo (esas que, en silencio, te dejan la casa inmaculada), llegan en carros trabajadores más viejos, despintados y estrepitosos que el mío. Entonces, mi corolla visitante se siente, efectivamente, como un crimen. Y el parkin… El parkin ya está acordonado, su perímetro establecido.
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No sé nada sustancial ni detallado del “caso del niño Lorenzo.” Pero, ¿por qué demonios nadie en la prensa ni en el país llama a Luis Gustavo Rivera Seijo por su nombre? Qué asco de demonización por un cuerpo diferente.
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Ya sé que la vida es muy compleja y que todo es difícil y que no hay soluciones fáciles y dale que es tarde. Pero mana, a veces hay que tirarse de pecho, simple, absolutamente:
NO a la junta.
NO a elecciones falsas y fraudulentas.
NO al coloniaje más asqueroso y camaleónico de la historia occidental.
NO a las elites y sus amigotes en el poder.
NO a los linajes de sangre, fuego y saqueo.
NO al disimulo de la rabia ante la injusticia y el mal
en nombre de la adaptación a la realidad,
de todo es cuestión de actitud,
del boricua hospitalario, ven y sígueme sacando el vivir.
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Me pregunto cómo es posible seguir preguntándolo. El estudiante pregunta, con actitud, con jaleo de hombros, con sonrisa a medio hacer, que por qué yo digo, mientras discutimos las teorías feministas, que el falo tiene que perder privilegios, que ¿qué privilegios? Lo percibo hasta escandalizao al muchacho, ¡y yo que creí haber dicho lo que dije de manera aguaíta, pa que cayera suavesongo!
Juro creer (aunque no tengo certeza) que antes de lanzarme con una listametralladora que dejó noquiao a ese estudiante y, de paso, a todo el grupo, di brinquitos sin empacho e hice jaleo de brazos pa lao y lao como las boxeadoras antes de la pelea. Una siente la intemperie de tantas maneras todos los días que es verdaderamente sorprendente que el cuerpo entero no explote, que se mantengan las danzas de la diplomacia, que la piel no exude ira y llanto.
Sé que no incluí los siguientes ejemplos en la listametralladora ese día, pero aquí los añado, como atroz posdata: (1) hace varios años, mientras caminaba a la universidad, un hombre que estaba recostado de un barandal más adelante, se sacó el pene y se masturbó contemplándome pasar (estoy obviando las diarias pitadas, miradas, volteadas, breves caminatas tras de mí y largas pausas para chequearme; todo de modo que yo tuviera clarísimo que mi cuerpo existe para ser dominado, controlado, poseído); (2) hace un par de años recibí las evaluaciones cualitativas de mi trabajo, en las que encontré: está bien buena, es sumamente sexy, ojalá se afeite para darle en cuatro, la violo, que se quite la ropa, y que para mejorar la enseñanza del curso, nos fuéramos a la playa; (3) jamás, jamás, he podido hacer cualquier tipo de ejercicio fuera de mi casa sin algún nivel de pánico, ni estar fuera de mi casa de noche sin algún nivel de pánico, ni estar sola en ningún lado sin algún nivel de pánico, ni usar zapatos que me impidan correr, por si acaso. Todo esto pasa a cada minuto, en todas partes, bajo el radar de la misoginia significativa: la de los diarios asesinatos, violaciones, mutilaciones, exterminios de mujeres.
(Para el ejemplo 2, los administradores universitarios me expresaron su “solidaridad” y quedaron en investigar el caso. Aún espero algún resultado. También me escribieron que, lamentablemente, en el mundo hay mucha gente con problemas mentales. ¿En serio? Desde luego que patologizar se ha vuelto la estrategia más efectiva para despolitizar.)
(Los administradores que vieron el caso fueron… fueron… ¡prepárense!… hombres. Se cae de la mata. Por eso no usé la bella, por indeterminada, “x” en la frase “los administradores universitarios.”)
(Eso de que las posiciones de poder en cuanta institución y profesión puedan imaginarse estén ocupadas, predominantemente, por hombres, sí fue uno de los ejemplitos que di en la listametralladora. Es súper obvio, mana, pero pues, aún así hay que preguntar que ¿qué privilegios?)
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Puerto Rico cuenta con una rebosante economía propia. Sí. Desde hace más de un siglo, en las entrañas del archipiélago, por debajo de lo visible, más allá del alcance de los medios, en los pequeñísimos resquicios de un pequeño país, fuera de las instituciones (o en los espacios renegados por estas), Puerto Rico ha construido una alternativa económica que no precisa dinero, recursos, propiedades.
Esa alternativa se llama RABIA. Y no son las siglas de nada. Es la palabra y la emoción que nombra. No la busque en facebook, en la librería o en el cine más cercanos, ni en los escritorios de las instituciones. Búsquela en la calle, en el polvo, en las grietas, en el edificio a medio hacer, en los carros trabajadores, en el arte pobre, en las perras y en las gatas callejeras. Sí, sobre todo, en estas últimas, quienes tienen, además, una muy superior dignidad que la humana.
Estamos hartas. Estamos rabiosas. Estamos listas. Any day now, we’re gonna take you down.

Felicidades….muy bien este espacio. Te duelen adentro muchas veces las palabras. Pero a la misma vez mueve algo dentro.
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