*Título original: ELA al desnudo (hacia el acientificismo y paranoia)
-Javier Román-Nieves
*Parte 4 de 6
Por un lado la prensa nos presenta crudamente los atropellos cotidianos, por otro lado las instituciones culturales y educativas idealizan y endulzan nuestro pasado colectivo, para que creamos que todo fue paz y armonía en el agro perdido. El pasado rural idealizado no nos ayuda a entender el presente abrumador.
—F. Picó
Los conspiracy theorists son contrarrevolucionarios en al menos un sentido; le reservan el privilegio de la conspiración exclusivamente a una élite en el poder. Aunque es obvio que quienes están en el poder planifican para preservar y extender sus posiciones, no es menos cierto que hay conspiraciones en todas partes—en edificios, en pasillos, en la máquina de café, tras restaurantes de kebabs, en fiestas, en relaciones amorosas, en cárceles. A través de canales capilares, todas estas conversaciones, todas estas amistades están formando un partido histórico operante—“nuestro partido”, como dijo Marx.
—El Comité Invisible
Un dólar para la deuda al comprar un six-pack de cervezas para calmar el dolor. Planes pospuestos, ahorros forzados, relaciones acabadas por el desespero y la incertidumbre, despedidas entre amistades que no saben cuándo ni dónde volverán a verse, familias separadas por la distancia de un vuelo; la generalizada futilidad de enamorarse en los tiempos de la junta.
Llevamos un rato pagando la deuda y narrando nuestra crisis, pero siempre abusamos de la metáfora o nos limitamos al simbolismo de los colores o de las puestas en escena. Aunque las insufribles columnas de opinión en los periódicos son la pasarela por excelencia de esta vagancia colectiva, los actos artísticos o performativos también se mantienen en su mayor parte atados al mismo registro.
Esto no implica una valorización en sí, pues nacen solidaridades en el enunciar, pero existe el riesgo de pensar que el Estado Libre Asociado ha muerto de facto, que hay algo en la actualidad o en el futuro cercano que cambiará nuestra relación con los Estados Unidos. Como están las cosas, podríamos pagar la totalidad de la deuda legítima (e ilegítima) mañana mismo o en cien años y todo seguiría igual, puro status quo. Todo esfuerzo debe ir dirigido a destruir este orden político y social antes de que pueda ser sustituido por otro apenas imaginado (a esto hay que meterle energía también).
Por ello, y porque vivimos esclavizados a la simbología y a la metáfora, nos hemos dado a la tarea en las pasadas tres columnas de esta serie de seis (esta siendo la cuarta), de demoler las principales construcciones de la ideología hegemónica en Puerto Rico.
En la actual entrega llegamos al tercer delirio creado por esta, aquel donde el ELA—la única fórmula de status que hemos vivido—sigue siendo una alternativa viable para satisfacer nuestras necesidades individuales y colectivas. Pura obscenidad claro, pero no por obscenas dejan de existir las cosas.
Se mantienen en este delirio quienes piensan que este estado de las cosas es sostenible o que sigue siendo “lo mejor de dos mundos”. Afortunadamente, y en mi humilde apreciación, estas son cada vez menos (aunque deberían ser muchísimas menos).
Fenómeno paralelo es el éxodo del sector estadolibrista de la ideología, que va dando paso a un pensamiento tomado casi como destino manifiesto: que la solución a la tragedia que vivimos se resuelve al aclarar de una vez y por todas el problema del status político de Puerto Rico en relación a los EEUU. Este es el último zarpazo del ELA.
Independientemente de las causas y como parte de esa premisa, se asume que la crisis actual se disipará si, por ejemplo, Puerto Rico se independiza como nación soberana o si se convierte en un estado de los EEUU. Nada más lejos de la realidad y esa es la trampa.
Basta con ver casos de países soberanos que han sufrido de crisis similares (y a quienes les han pasado el rolo), notablemente Grecia y Argentina (aunque a esta no tanto)—o la historia de extorsión monetaria en el continente africano—para entender que los acreedores no desaparecerán. También toca mirar las ciudades y municipalidades de los EEUU que se han ido a la quiebra sometiéndose al poder de la federación, como Detroit o (casi) Nueva York, sin olvidar, claro, que los estados ahora mismo no pueden declararse en bancarrota.
El status actual es—en todo caso—un agravante nefasto de nuestras circunstancias, y lo es de maneras muy específicas que es necesario enumerar. Encontraríamos en el tope de la lista la ley de cabotaje (bajo el Acta Jones) junto a otras como el capítulo 9 de la Ley de Quiebras, vinculantes a la metrópoli y validadas por su relación de poder unilateral sobre Puerto Rico (esta última enmendada por el congreso en 1984 para excluir al ELA, bajo la gobernación de Carlos Romero Barceló).
Uno de nuestros problemas urgentes es cómo atender estos agravantes cuando nuestra clase política—entiéndase nuestros representantes en ese sistema de poder—ni lo ha hecho ni ha presentado hasta el momento intención hacerlo de hacerlo más allá de la retórica.
Es una pregunta crucial para toda gestión política en el presente y en el futuro: ocupar esas posiciones de poder y actuar sobre ellas o, más a corto plazo y de inmediato, emplazar a nuestros funcionarios electos a que así lo hagan (presentando enmiendas a todas las leyes de la metrópoli que haya que enmendar e identificando todos los intereses de la metrópoli en Puerto Rico que puedan ser usados como leverage). Esto constituiría un cuerpo de reclamos claros de una colectividad.
¿Pero qué hacer con lo que a todas luces es traición, cabronería pura? ¿Cómo han permitido tanto sobre sus costituyentes? Oponerse a la Junta de Control Fiscal obliga de más de una manera a cuestionarse la validez de todo el aparato político que la ha validado y en todas sus facetas. Es una tarea tan gigante como el problema mismo de las democracias del mundo entero y por ello la solidaridad y los enlaces internacionales—pero sobre todo, con la metrópoli—son claves para salir del hoyo. En ello, el oficialismo independentista se ha comido la mierda ante el Comité Especial de Descolonización de la ONU. El poder está, nos guste o no, en la metrópoli.
Aunque el porqué del posicionamiento de nuestros funcionarios electos queda oculto por la inmediatez de la crisis (falta de liquidez para pagar servicios gubernamentales y acreedores) y por nuestra ideología, esto siempre ha llevado los nombres y apellidos de los miembros de nuestra clase política. En la actualidad, el matrimonio entre Pedro Pierluisi y Maria Elena Carrión es la cara más pública de una aristocracia frequent flyer, dedicada a la administración del territorio no incorporado y al tráfico de influencias desde la sombrita del partido en turno (o a la espera del suyo).
Su arrimo junto a miembros de nuestra aristocracia como Roberto Prats (y de todos los que salieron retratados) a la candidatura de Hillary Clinton y a la farsa de la Asamblea de Pueblo son instancias claras que han desnudado la ideología del ELA. Nunca habíamos podido ver esta élite tan al desnudo, tan en la cara, tan en abierto simulacro. Epifanías.
Aún cuando bajo cualquier otra definición de estatus tendríamos más oportunidades de aminorar la tragedia, ante esta realidad el status vuelve a ser irrelevante, pues la aristocracia que conspira para mantenerse en el poder (encarrilando a sus hijas e hijos en los canales que solo ellos conocen y sobre los que han operado ya por varias generaciones) se mantiene oculta bajo el velo de la propia ideología del ELA.
Peor aún, esta es todavía glamorizada y convertida en una aspiración social (blogs de su progenie en El Nuevo Día), lo que añade a la larga historia del camino arribista por el que tantos se entregan a la corrupción sistémica (queriendo ser parte de “ellos”). Más que una colonia, Puerto Rico es un esquema piramidal que promete acceso aún a quien esté dispuesto a chupársela.
Por ello, el problema crucial es la ideología del ELA en sí y cómo esta se ha transformado hasta su condición actual, pudiendo todavía preservarse como hegemónica frente a las circunstancias. En otras palabras, ¿qué nos queda de las ruinas que sea visible sobre el horizonte? Las señales son nefastas.
Por un lado, está la total desconfianza ante las instituciones públicas, hasta de quienes dependen de estas para subsistir. Esto es un problema crucial pues independientemente del registro político de cada cual, lleva la ingobernabilidad a extremos nunca antes vistos (porque es bien fácil ser libertario cuando se tiene finca propia o no se tienen deudas, claro).
Por otro lado, tendremos una continuación de medidas económicas de austeridad bajo premisas neoliberales erróneas que agravará el acabamiento de la valorización social del gobierno. Podemos ver este fenómeno en la indiferencia o—incluso—en el apoyo generalizado a la Junta de Control Fiscal. Ni hablar de los proyectos de ley torcidos que se legislan y aprueban para la firma del gobernador.
Sin la posibilidad de auditar la deuda y para empeorarlo todo, parece que también hemos postergado la dura mirada interior al cómo hemos sido partícipes, unos más y otros menos, de la debacle. Aquí nuestra vagancia colectiva se conecta con el echarle la culpa al otro y pensar que con el status resolveremos todo.
Como si esto fuera poco, a nuestra historia real de traumas e injusticias irresueltas se le añade ahora la paranoia conspiracional, salpicadas ambas de los peores ingredientes de nuestra cultura: lo autoritario, lo reaccionario y lo sectario-religioso.
Nada escapa de la ideología del ELA y la autenticidad de la lucha ambiental, en toda su potencia social y política, parece ser ahora su próxima víctima. Esta encerrona nos lleva a las citas del principio y nos sirven de teaser para la próxima columna.
- Foto por Tito Román
Parte 5: La iglesia del Naled
Parte 4: ELA al desnudo
Parte 3: ¿Todos somos Disney?
Parte 2: Latinoamérica no existe
Parte 1: Destruir qué
>»Por un lado, está la total desconfianza ante las instituciones públicas, hasta de quienes dependen de estas para subsistir. Esto es un problema crucial pues independientemente del registro político de cada cual, lleva la ingobernabilidad a extremos nunca antes vistos (porque es bien fácil ser libertario cuando se tiene finca propia o no se tienen deudas, claro).»
La ingobernabilidad es el ELA al desnudo.
Esto no es resultado de su desmoronamiento.
Este es el producto de una institución que aún opera.
Esta es la piedra angular de su marco institucional.
El único gobierno legítimo es el auto-gobierno.
Lo demás es tiranía (y cuando la tiranía es ley, . .) Ⓐ
Independientemente del registro político de cada cual,
cada cual tiene el problema crucial de tener que actuar
bajo el yugo de las tiranías imperantes
para sobrevivir, salir al encuentro…(por ahí viene la cosa)
a extremos nunca antes vistos.
Hasta re(com)partir las fincas y abolir las deudas. ☭
Esta encerrona nos lleva a las citas del principio
y nos sirven de teaser para la próxima columna. ▄
Espero que estas no sean para avivar el miedo
anti-insurrecional con el fin de apelar al reformismo
(porque es bien fácil ser moderado
cuando se tiene para comprar un six-pack,
a pesar de las deudas,
y cuando las despedidas son en areopuertos,
y no en prisiones
o en la brea ensangrentada). ACAB
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